Sentado en el sardinel de la casa y observando a un reducido grupo de estudiantes del Roque de Alba, vinieron a mi mente recuerdos de aquella Villanueva, que estos muchachos nunca vivirán y que seguro tampoco sabrán, porque la tradición oral se ha desaparecido como manifestación que permite conversar las costumbres y tradiciones que nos identifica.
Para ese grupo de muchachos preguntarles por los capuchones, las verbena o la danza del gallinazo debe ser algo tan desconocido como hablarles de astrofísica; pero para no irme muy lejos en el tiempo, tampoco sabrán que es una KZ en su concepto de fiesta popular.
Mi mente viajo por el tiempo y trajo como recuerdo de la infancia y adolescencia, aquella tradición religiosa y gastronómica de las misas de gallo; esa madrugada con entusiasmo que hacíamos todos durante nueve días; recuerdo ver a la gente con suéter y abrigos; pues en aquellos tiempos no se experimentaban los efectos del cambio climático.
Y estando en misa de gallo, se escuchaba desde el altar al siempre recordado Padre Berna; quien con una energía inagotable decía con su acento español “cantad con chicha“, y era un mensaje directo al cerebro, el cual con esa orden se activaba y acompañados de improvisadas panderetas hechas con checas, se iniciaban las novenas de navidad.
Al terminar la misa, se iniciaba una disimulada carrera por salir de la iglesia y emprender una procesión en vía al mercado público a disfrutar de las arepuelas, pero en mi caso particular lo que me motivaba era tomar la avena que vendía el señor Toño (QEPD), como esa avena jamás he probado otra en mi vida.
Pero lo más significativo de esto que retrotraigo a nuestra memoria, y es inherente a muchas de nuestras manifestaciones sociales, era la fraternidad con que compartíamos los villanueveros, siempre basado en el respeto por el otro.
Y lo resalto, porque recuerdo que al final de la experiencia de ir al mercado, se iniciaba una curiosa muestra de amistad e irreverencia, la cual consistía en una guerra de vasos con hielo, entre quienes se hacían del lado de las arepuelas y quienes estaban en la pequeña plazoleta del mercado. Ese hecho que en mis recuerdos nunca estuvo cargado de violencia, marcaba también que el momento había terminado.
Yo soy de esos Villanueveros que agradezco el haber tenido la oportunidad de vivir parte de esas tradiciones y costumbre; porque estoy convencido que el hacerlo marcó mi indescifrable amor por esta tierra y su gente.
Hoy día, veo muy desdibujado todo aquello que nos hace tener una identidad como pueblo; atrevidamente me arriesgo a decir, que lo único que nos une es la marca Cuna de Acordeones; que en los últimos 10 años ha estado marcado por polémicas de diversos tipos, que han enfrentado a unos con otros, supongo por el control del evento.
Ojalá que quienes tienen la responsabilidad directa de crear ciudadanía focalicen sus esfuerzos en crear una identidad de Villanueva acorde a los tiempos que vivimos.
Termino diciendo, que el día que exista una cátedra sobre el villanueverismo y que sea de acceso para todos, seguramente retomaremos el curso y la visión compartida, la cual encontramos plasmada en forma literaria en el Himno de Villanueva; el cual obviamente las nuevas generaciones no conocen, amén de saberse “la bichota“, “Poblado” o “Wasa wasa”.
Volver a la esencia y construir ciudadania, muchas veces es más relevantes que tirar cemento; pues nada se logra al tener grandes edificios o construcciones, y unos ciudadanos que no reconocen, valoran y cuidan lo que se construye con los impuestos de todos!!!!
Fabian Molina Martinez
El Emblemático
22 de Agosto de 2021
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