Tenemos que hablar.

No existe en el mundo una frase más paralizante para el ser humano y que lo ponga a pensar, que cuando alguien te dice: “tenemos que hablar”, y si esa expresión la acompaña “ahora no, más tarde”, la mente y el cuerpo experimentan un proceso de ansiedad y angustia ante esa sentencia.

Y la frase es omnipresente, se encuentra en todos los escenarios posibles de nuestra vida, y creo todos la experimentamos en algún momento de nuestra curiosa infancia o aventurera adolescencia; y de repente tu mamá soltaba sin anestesia tu nombre completo y a renglón seguido “tenemos que hablar”.

En muchos de los casos era una queja de algún vecino o un comentario de una mala “ajunta”; y con ese amor desmedido de las madres que siempre intervienen para bien, y claro está en los pueblos caribes para evitar las habladurías de la gente.

Ni que decir cuando la inquietante expresión “tenemos que hablar” sale en la fase de noviazgo, eso habitualmente termina acompañado de: seria bueno que nos diéramos un tiempo y pensáramos si esto tiene futuro … y hablamos para ver.

Y cómo los dos ejemplos anteriores podría citar muchos más en diversos ámbitos de nuestra vida, en las relaciones de amistad (siempre hay un envidioso que mete cizaña para dañar el corazón de la gente) o el mundo laboral (no falta el que busca indulgencias con camándula ajena); en ambas situaciones buscan enfrentar para que alguien invoque “tenemos que hablar”.

Pero más allá de los motivos que activen el tenemos que hablar, lo cierto es que el arte de saber hablar se ha perdido, la capacidad de establecer un diálogo constructivo es cada vez más escaso, por las posiciones radicales que tomamos, donde al parecer sólo tiene espacio la verdad que cada uno cree tener.

La confrontación es el pan de cada día, es sólo ver las noticias por cualquier medio o en cualquier escala territorial, siempre en primera plana hay un tropel, el cual siempre está basado en posturas radicales, en verdades “absolutas” de las partes y en una ausencia total de la escucha y el diálogo.

Recuerdo que alguna vez en mi infancia por las calles de mi emblemática Villanueva, tuve un acto de extraña rebeldía y me acusaron; la noticia cómo se acostumbra en los pueblos llegó antes que yo a la casa; y cuando puso un pie en la terraza solo escuché “tenemos que hablar”, pero antes de eso mi tía abuela, con una sabia metodología me sentó media hora ante el cuadro del Corazón de Jesús, para que me dispusiera a escuchar lo que teníamos que hablar.

Y relato lo anterior, porque falta nos hace precisamente disponernos a escuchar al otro, se nos olvida que el arte de saber hablar se basa esencialmente en saber escuchar!!! Sólo trae a tu mente una conversación que recuerdas por su impacto en tu vida, y caerás en cuenta que allí antes de hablar, escuchaste!!!

Y esto lo traigo al caso, porque un porcentaje de Villanueveros se están enfrentando por un aspecto político o comunitario, en el marco de una coyuntura de crisis a nivel mundial; y se percibe tanto odio y rencor en cada uno de los bloques, que no sabe uno en qué terminará eso, pero lo cierto es que se extraña cuando los villanueveros se unían por objetivos comunes para “todo” el pueblo.

Yo espero que en lo sucesivo por el motivo que sea, me digan tenemos que hablar… y no enfrentarme a oídos sordo por causas que a la final, no tienen sentido más allá del ego humano.

Fabián Molina Martínez

El Emblemático

08 de Agosto/2021